Carta abierta a Carlos Moreu Sanz

CAP Madrid (Por la transcripción: Vázquez de Prada)

¡Ay, Carlos!, ¡qué es lo que has hecho, dónde te has metido!

Lo que ya sabes, ahora quiero pensar que en todo ello hay un mucho de esa rebeldía, casi de adolescente, que reconozco en ti desde que sé que tú eres tú.

Sonaron las alarmas cuando preparaba el ligero equipaje para uno de esos viajes de fin de semana que sabes que suelo hacer. Fue entonces cuando sonó el teléfono, era el presidente, ¡viva!, del Club, nuestro común amigo Juan Torres, para leerme algo que venía en uno de esos periódicos que dice Juan que no leo, y quizás tú también, el rotativo en cuestión hablaba de alguien con tu nombre y apellidos, y además carlista. La cosa era casi blanco y en botella, pero no había que perder la esperanza de que se tratara de un socio tuyo. Mira que esto hubiera sido difícil, eres tan único que no cabrían imitaciones.

Cuando el coche corría bordeando los trigales del Valle de Valdivielso, en el norte de Burgos, me llegó la maldita confirmación. Íbamos camino de Asturias, de Muros de Nalón, esta vez era la voz del impresionantemente bueno donde los haya, Ricardo Roncero, me confirmaba la mala nueva. Se acabaron las falsas esperanzas, era la ruda y terrible realidad, en tu vida se había bajado para siempre la persiana.

Porque tú sabrás lo que has hecho y donde te has metido, pero nos dejas desnortados.

Por ejemplo, queremos ir a la tienda, a comprar o a veros a ti y a tu hermano que allá se ha quedado con tu ausencia. Cómo saber cual de todas es Casa Moreu, el de las pipas, si no vemos tu figura a la puerta, agarrado a tu sempiterna pipa, la que te corresponda ese día o esa época, echando humo cual vapor navegando por el Nervión, pongamos por caso.

Vamos a ver, Carlangas, si logramos llegar a la tienda con quién vamos a debatir con tu vehemencia sobre la actualidad, sobre historia, sobre política, sobre lo divino y lo humano, que de todo se puede debatir contigo. Cierto es que tus teorías son peculiares para algunos, pero no menos genuinas son las nuestras. En todo caso, es un gustazo debatir con alguien como tú.

Llegamos al acabose, Carlos. Si probamos un tabaco y no sabemos qué hacer con él, ¿a quién se lo damos?, qué hacer con él; el colmo, suponte que compramos una pipa, qué hacemos con ella si tú no nos vas a invitar a estrenarla con una de tus afamadas multimezclas.

Vamos, Carlos, lo dicho. Nos dejas “desnortaos”, porque nunca habíamos comprobado lo grande que es Casa Moreu, mira que Rafa ocupa, pero desde hace unos días hay mucho hueco, el tuyo.

Ahora te escribo esta carta abierta por encargo de mi corazón y por encargo de los amigos del Club, ese CAP al que tú y Rafa habéis alentado ya desde antes de nacer, nunca la quise escribir y ayer aún me negaba, me ha costado mucho pero ya casi está, te dejo descansar tranquilo muy pronto.

Tú sabrás donde te has metido y lo que has hecho (debería decirte que eso no se nos hace, pero no te voy a reñir a estas alturas), casi en silencio, sin molestar, como hacías casi todo. En cualquier caso te has ido demasiado pronto, aún nos quedaba por decirte muchas veces cómo nos alegrabas cada vez que podías venir al Pepe Botella y después a cenar los ya clásicos huevos; aún nos quedaba por decirte muchas veces cuanto te queremos.

Acabo (lo dicen los políticos y por algo será), nunca te hubiera escrito un obituario (que palabreja, ¿no?), ni una necrológica, por eso he optado por esta carta abierta, porque quiero decirte algo en nombre de todos tus amigos del CAP Madrid, es esto: solamente desaparecen de la vida aquellos a quienes se les olvida, y debes saber, querido Carlos, que yo, que todos nosotros siempre esperaremos la oportunidad de volver a tomarnos, al cierre de la tienda, una cerveza con un pintxo, de antxoa (quizás así lo hubieras escrito tú); siempre estaremos esperando que vengas al Pepe Botella, a compartir nuestra tertulia cualquier jueves, a tomar tu vaso de leche con galletas, a ocupar tu sitio, el que te corresponde.

Un muy fuerte abrazo para ti y los tuyos, que deben saber donde nos tienen para lo que sea menester.

P.D. Por cierto, Carlos, ¿ahí, hay libros, hay periódicos?

Un besote grande